Llevo trabajando con Eduardo desde hace unos cinco años. Me contrataron en su empresa para formar al equipo de Legal y enseguida conectamos. Durante tres o cuatro cursos las clases con Eduardo siempre fueron sencillas, nunca nos faltaban temas: política, deportes, la estructura de la empresa, los contratos de compraventa, la modificación del código penal.
Yo iba intercalando ejercicios de agilidad oral, pronunciación y vocabulario y Eduardo siempre estaba al quite, atento y concentrado. Los deberes no los hizo nunca jamás, eso es verdad, pero siempre fue sincero: «prefiero pasar el tiempo en casa con mi familia».
? Lola, I’ve been promoted
Un día, a comienzos del curso pasado, llegué a clase y Eduardo venía con una sonrisa de oreja a oreja: «Lola, I’ve been promoted». ¡Qué alegría! Un hombre que llevaba en la empresa décadas por fin se veía recompensado con un ascenso. Seguimos con nuestro plan de dos clases a la semana para darle caña al inglés, que ahora sí que lo iba a tener que utilizar, pero pronto tuvimos que quedarnos con una sola hora a la semana, porque a Eduardo le llovían las reuniones, se tenía que quedar hasta las tantas preparando documentos y muchas veces no podía ni siquiera bajar a comer. Algunas semanas teníamos que cancelar la clase, porque Eduardo ahora tenía que viajar por toda Europa en jornadas maratonianas de tres países en 24 horas.
Eduardo es una persona trabajadora, comprometida con su empresa y con su futuro profesional y, siendo realistas, no puede encajar en su horario semanal dos horas de clase de inglés, ni siquiera una. Es así. Su horario es muy variable y es complicado fijar un día o una hora, porque pueden surgir imprevistos y caer marrones de los que no se sale en menos de 48 horas. Así que en septiembre se lo dije: «No te apuntes a clases de inglés, Eduardo».
Él se quedó entre sorprendido y chafado. Le encanta el inglés, en clase nos lo pasamos bien y, sobre todo, necesita mejorar mucho en poco tiempo ahora que le han ascendido. Yo le entiendo, pero las clases semanales no son la solución, todo lo contrario, son una fuente de estrés, porque todas las semanas ve que no llega y todas las semanas me escribe un correo electrónico angustiado para disculparse.
Entonces, ¿qué hace Eduardo? Pues a Eduardo yo le recomendé concentrar esas horas semanales en sesiones mensuales. Así, en lugar de 1 hora a la semana, Eduardo ahora tiene sesiones de 4 horas seguidas una vez al mes. En esa sesión superintensiva nos centramos en un único tema, y vamos haciendo monográficos. Además, utilizamos a metodología flipped classroom, por la que toda la parte teórica la trabaja Eduardo individualmente en ratos muertos a través de vídeos o audios que le he grabado explicando cuestiones de todo tipo: desde técnicas de presentación oral hasta vocabulario y expresiones frecuentes para reuniones internacionales.
Eduardo se ve los vídeos en el AVE y se escucha los audios en el inevitable atasco de la A-1. Cuando llega a las sesiones presenciales viene motivado, sin agobios, sabiendo que al cabo de 4 horas va a notar una mejora sustancial en su inglés, porque 4 horas dan para mucho, para muchísimo. Además, dos directores más de otros departamentos se han animado a seguir este mismo sistema y las clases así se aprovechan más y se hacen más amenas.
✅ Solución: superintensivos
Elegimos los temas de un mes para otro y nos aseguramos de que son relevantes para todos los miembros del grupo y que todos van a dar aplicación a lo que trabajemos en la sesión en su vida profesional real.
Eduardo y sus dos compañeros ya están convencidos de que los superintensivos son la única forma de poder progresar en su inglés hablado con el ritmo de trabajo que impone su categoría profesional, ¿y tú? ¿También te has convencido?
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1 Comment
je, je. me llamo Eloy y podría decir lo mismo